La Fundación Piedra Viva de Peñalolén, que administra y protege la obra del escultor nacional Mario Irarrázabal, donó más de 250 piezas del artista a la Universidad Austral de Chile. Con ello, el plantel inicia la primera etapa del “Museo Humano”, proyecto que busca exhibir de forma permanente las creaciones del escultor.
Para el escultor Mario Irarrázabal (1940) su obra, que se gestó en 1968 en medio de la Guerra Fría, figura como una película. En ella está la muerte, pero, sobre todo, el ser humano con su ingenio.
“La realidad tiene mil caras”, dice el artista, cuyo convencimiento ha propiciado la creación de obras que hoy forman parte de un imaginario colectivo: entre ellas está Mano de Punta del Este (1982), Mano del desierto (1992), Encuentro (1996), Columnas II (2003), Beso (2004) y Gran silencio (2008). El número de piezas es incalculable.
No obstante, por más de 50 años, el artista ha conservado el registro de cada una de sus creaciones: en su archivo personal hay bocetos, fotografías, videos y réplicas de esculturas. En definitiva, se trata de un gran acervo íntimo que desde el pasado martes está en manos de la Universidad Austral de Chile.
La donación en comodato fue liderada por la Fundación Piedra Viva que resguarda las creaciones del escultor y comprende 269 obras. Las piezas serán exhibidas en un espacio cultural dedicado, exclusivamente, al escultor: el Museo Humano que se emplazará en el Campus de Museos de Valdivia.
“Esta donación es un acto de descentralización y creación. Es muy poético de parte de Mario Irarrázabal, cuya obra es de un extraordinario valor estético y simbólico. Por lo tanto, queremos invitar a la comunidad nacional e internacional a ir al parque de los museos y conocer la obra de Mario Irarrázabal. Estamos seguros que va a hacer una experiencia única, porque no vamos a encontrar un ejemplo de estas características en el país, vale decir, una obra completa de un escultor relevante, puesta a disposición de la comunidad”, sostuvo Óscar Galindo, rector de la Universidad Austral de Chile.
El Museo Humano, que acogerá la obra de Irarrázabal, fue diseñado por el arquitecto Cristián Undurraga y comprende dos pisos. De esta manera, el espacio tendrá un sector para albergar exposiciones gráficas y audiovisuales. También existirá un pabellón cristalizado y un lugar donde se presentarán los textos poéticos del escultor. El proyecto debería comenzar su construcción a fines de 2019.
“El Museo se ubicará frente a la feria fluvial en un lugar de una extraordinaria belleza. Son aproximadamente cinco hectáreas que nuestra Universidad está destinando para el desarrollo de proyectos de carácter culturales. Ahí se emplaza el Museo Histórico y antropológico de la Universidad, el Museo de la Exploración Amandus Philippi y el Museo de Arte Contemporáneo que en este momento está en plena faena”, explicó el rector Galindo.
“Lo que me interesa es comunicarme con la gente”
Para Mario Irarrázabal el traspaso representa el fin de un largo camino lleno de dificultades. Sin embargo, afirma que los interesados podrán identificar en la colección cada uno de sus procesos creativos, es decir, su vínculo con lo sagrado, su interés por los temas sociales y su preocupación por la conservación de la vida.
“La gente va a poder ver cómo se fue desarrollando este personaje y qué intereses fue teniendo y quizás las cosas malas y buenas que hizo. Todo junto”, comentó.
“Lo característico de mi arte es que siempre estoy tratando de comunicar un mensaje. Lo que me interesa es comunicarme con la gente. Quiero ayudar a sensibilizar en temas de la guerra, la violencia, el despotismo, el amor”, añadió.
Mario Irarrázabal desarrolló un interés temprano por las artes. Su inquietud surgió cuando inició un noviciado en la comunidad en Estados Unidos. Más tarde estudió filosofía y, en los años 60, tomó un taller con el escultor Waldemar Otto. Posteriormente, cursó teología en Roma donde, como dirigente estudiantil, dirigió manifestaciones en la Universidad Gregoriana.
En los 70 formó parte del cuerpo académico de la Escuela de Arte de la Universidad Católica, no obstante, con la llegada de la dictadura fue apresado por los agentes del régimen y llevado a Londres 38.
Al respecto, el artista señaló: “Me tocó vivir lo peor de la Guerra Fría, que es un mundo que los chilenos no conocemos bien, con el muro de Berlín y las atrocidades más grandes. Eso influyó en que mis primeras piezas vinieran con una carga política social tremenda”.
Actualmente, su obra ha sido reconocida de forma internacional, pese a ello, el artista, que ve expectante el traspaso de sus obras a Valdivia, afirma que aún tiene tareas pendientes y que las nuevas generaciones deben valorar y revisitar la obra de los “antiguos” maestros. “Necesitamos un mundo más crítico, más tolerante y cariñoso”. Ese es su último mensaje
By: Abril Becerra / Diario Uchile