Letrista y compositor de más de doscientas canciones; titulado de leyes de la Universidad de Harvard; actor en una treintena de películas, Blades fue además candidato a la presidencia de su país y ministro de turismo de Panamá a finales de la década pasada. Una de las personalidades más complejas y versátiles del mundo de la música llega esta semana nuevamente a los cines, pero esta vez con un documental centrado en su figura que se presenta como una especie de autobiografía audiovisual del artista.
Producida por él mismo y dirigida por Abner Benaim, en esta película el creador decide dejar una memoria sobre su vida y su pensamiento de manera consciente y concienzuda. De hecho en una escena del documental – desde detrás de cámara- el director le pregunta a su protagonista porqué le parece necesario hacer este documental, a lo que Blades responde que él sabe que tiene más pasado que futuro y que no quiere ser sorprendido por la muerte –como le pasó a Prince- sin dejar ordenado su testamento y que prefiere ser él mismo quien dé a conocer su mirada sobre lo que a él le parece importante de su vida y su carrera y no que, luego de su muerte, sean otros los que lo interpreten.
Es este propósito el que guía todo el documental, que inicia acompañando al cantante a visitar su barrio natal y recorrer las calles en donde creció e inició su romance con la música. Desde allí el relato se traslada a Nueva York en donde la narración se mueve desde el hogar actual del músico a las calles de la ciudad y los edificios que han sido significativos en su desarrollo personal y profesional. Es el mismo Rubén Blades quien va contando a cámara las anécdotas de su vida, explicando sus decisiones y describiendo las emociones que le acompañaron, por ejemplo, al llegar a trabajar como mensajero al sello Fania All Star –en su momento, y para algunos hasta hoy, la más importante disquera de Salsa del mundo- y cómo en el momento de la revolución salsera de los años setenta fue acercándose a algunas de sus más importantes estrellas hasta transformarse él mismo en uno de los nombres más reconocidos de la música latina en Nueva York.
A lo largo de toda la película el relato de Blades va siendo intercalado con el testimonio de otros nombres reconocidos de la salsa como Gilberto Santa Rosa e Ismael Miranda, entre otros, además de artistas como Sting, Paul Simon y Residente. Todos ellos subrayan la importancia de Blades en el mundo de la música, especialmente su aporte al revolucionar las letras de la salsa integrando en ellas contenidos sociales y políticos que invitaron a las audiencias no sólo a mover rítmicamente los pies, sino también a pensar sobre la realidad de los latinos tanto en Estados Unidos como en el resto del continente.
“Yo no me llamo Rubén Blades” no es, evidentemente, una obra iconoclasta. Es el mismo artista quien lleva el relato sobre su vida y aunque se percibe honestidad en su discurso, exponiendo incluso momentos complicados de su vida personal y profesional –como la aparición de un hijo adulto hace algunos años- claramente es la mejor luz posible la que se posa sobre su protagonista. De todas maneras, para quienes nos reconocemos fans de este talentoso panameño este documental es una tremenda oportunidad de adentrarnos en su música y su pensamiento. Un paseo por la vida y obra de uno de los más influyentes músicos latinos vivos guiada por el mismo y al ritmo de algunas de los más bellos temas del cancionero de la salsa.
By: Antonella Estévez / Diario Uchile