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En la época de la transición digital la mayoría sucumbimos ante la ilusión de la libertad y la interconexión que suponían las redes sociales, y al final estamos pagando un alto precio: la prostitución de nuestros datos
En la mayoría de los países democráticos el fenómeno de la falsa libertad se adhiere a las sociedades. Ante la penetración de Facebook, nuestros hábitos de consumo se traducen en procesos comerciales y políticos con alternativas limitadas y predeterminadas, prácticamente personalizadas, todo gracias a la ‘big data’ y los algoritmos.
Ahora bien, la revelación de la filtración de datos de más de 50 millones de usuarios de Facebook que utilizó la empresa Cambridge Analytica con fines electorales en la campaña presidencial de Donald Trump, elevan a otro nivel el poder del algoritmo y solo se evidencia qué tan controladas están nuestras opciones en un escenario configurado para manipular masas.
La responsabilidad que tiene Facebook es absoluta y tiene que responder en forma radical ante este tipo de daños masivos; el impacto de este gran escándalo le costó más de 74.000 millones de dólares, solo la semana pasada en bolsa.
Facebook, el dueño del mercado
Durante años a la par que ganaba popularidad, Facebook se convirtió en uno de los peores dictadores. ¿Pero por qué ha sido permitida tal dictadura en estos tiempos? Número uno, el desconocimiento del campo, la falta de regulación (en algunos países ya tienen algunas legislaciones) y la innovación, por lo que se adueñó de forma absoluta del mercado. Dos, ha sido relativamente gradual, la forma en que ha ido absorbiendo nuestros hábitos de consumo.
En los últimos años, las prácticas de Facebook para dominar el mercado, han sido aplastantes. En 2012 compró Instagram por 1.000 millones de dólares, y en 2014 WhatsApp por 19.000 millones.
Pero bien dicen que existe el Karma, y Facebook lo sabe bien. La red de Mark Zuckerberg ha impedido la entrada de nuevos competidores. En 2013 quiso comprar Snapchat y ante la negativa de la aplicación del ‘fantasmita’, Facebook reaccionó imitando su principal característica de temporalidad en sus tres redes sociales con ‘Historias’ en Facebook e Instagram y ‘Mi Estado’ en WhatsApp.
Además, la industria editorial tiene mucho que argumentar, la News Media Alliance que representa a 2.000 medios, entre ellos The Wall Street Journal y The New York Times, denunciaron en 2017 que tanto Google como Facebook «dominan el tráfico de noticias en línea y consumen la mayor parte de los ingresos publicitarios digitales», lo que deja a los medios a merced de las reglas de estos dos gigantes.
Este llamado se hizo en el marco del desplome de la adquisición de noticias impresas versus los sitios digitales y la captación del 60% de la publicidad en línea por parte de Google y Facebook, que antes financiaba parte del periodismo.
Actualmente los medios de comunicación están sujetos a una serie de reglas (algoritmos) para lograr su subsistencia, pero la amenaza que supone Facebook a la democracia, como algunos lo señalaron anteriormente, cobra más trascendencia tras las revelaciones de medios británicos sobre Cambridge Analytica.
Uno de los medios más importantes de Brasil, el Folha, ha decidido salir de Facebook en una clara manifestación pública contra la red social. La estrategia no está, según su director, exenta de connotaciones. «Toda decisión editorial trae consigo una manifestación política. Folha cree que el contenido de calidad tiene que ser remunerado; que el usuario tiene que exponerse a opiniones contradictorias; que el noticiario debería seguir los parámetros del periodismo profesional antes de ser divulgado. Y Facebook no parece tener en cuenta nada de eso».
La dictadura de los algoritmos
Pese a una posible caída de esta red social, el nacimiento de posteriores plataformas obliga a la reflexión sobre la forma en que convivimos y conviviremos en el entorno digital en un mediano y largo plazo.
No solo la industria editorial y periodística está padeciendo. Actualmente Facebook nos tiene en sus manos: «elegimos libremente» de las opciones que se escogieron de manera predeterminada a través de un algoritmo para nosotros. El que estén cambiando las reglas de manera constante, nos pone en un papel vulnerable tanto a medios periodísticos como a la sociedad en general, pues estas plataformas no son muy transparentes en sus políticas y el uso de nuestra información. Ya vimos lo fácil que es operar como sicarios digitales, y poco puede hacer ya la red social con el daño hecho a la democracia de muchos países.
Entre ‘fake news’ y rumores, el periodismo libre, indispensable para cualquier democracia sana en el mundo, tiene que sortear cada vez mayores obstáculos para subsistir.
En medio de la crisis, Facebook ha pedido disculpas, pero parecen pocos los esfuerzos llevados a cabo por Zuckerberg para remediar la gravedad de su error y complicidad (involuntaria o no).
Es difícil pensar que todos migraremos de Facebook, por lo menos en un corto plazo. Estamos interconectados las 24 horas del día con nuestras comunidades, hemos creado hábitos de consumo y costumbres sociales en torno a esta red social, pero tal vez sea el momento de implementar fuertes regulaciones tanto legales como sociales.
Pero hay que estar conscientes que los algoritmos de las redes sociales nos conocen mejor que nosotros mismos. Saben a qué le damos ‘like’, qué compartimos y en qué momento, con quién intercambiamos mensajes, qué contenidos vemos y por cuánto tiempo. Comercialmente las empresas se acercan a sus clientes potenciales, políticamente… estamos susceptibles a ser bombardeados por contenido propagandístico específicamente diseñado para nosotros con objetivos ajenos al de una democracia.
¿Da miedo? Sí. Es la era de la dictadura del algoritmo.
Por Adriana Buentello/@adituzita / RT
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